He tenido la suerte de realizar una excursión a Cuenca, los días 21 y 22 de octubre, organizada por la Asociación de Villaseca de Uceda, y que con tanto cariño prepararon Lucía y César, que son el alma de estos eventos. Y por supuesto, secundados por vecinos y amigos de este pueblo.

La verdad es, que había viajado a Cuenca alguna que otra vez, pero no lo había valorado tanto como en esta ocasión. Quizás ha sido así porque iba muy bien acompañada por mis hijos y nietos, y porque el ambiente del grupo era muy bueno.

Disfrutamos de un buen hotel, y de unas ricas comidas, sobre todo la del domingo.

Nos acompañó un guía un tanto peculiar que nos fue llevando a los lugares más emblemáticos de la ciudad, y nos mostró los bonitos paisajes que se observan desde muchos puntos de ella. Además de acompañar sus explicaciones con curiosas leyendas.

Las formaciones rocosas, la Ciudad Encantada, las Casas Colgadas, entre otras cosas, hacen de Cuenca un lugar que hay que visitar, aunque haya que subir y bajar sus numerosas cuestas.

El domingo 22 nos desplazamos a las Torcas de Palancares, donde se nos explicó qué son y cómo se forman esas torcas. También visitamos las Lagunas de la Cañada del Hoyo, que cambian de color en las distintas épocas del año. Un paseo muy agradable respirando tranquilidad y aire puro.

Me emocionó comprobar cómo las personas del grupo son agradecidas, y reconocen el esfuerzo de los organizadores. Entre otras cosas, porque César es mi hijo, y sé lo que le importa el pueblo y su gente (aunque a veces le cueste un enfado con Belén por quitar tiempo a su propia familia.)

La vuelta a Guadalajara fue pasada por agua, pero el conductor, aunque no era muy simpático, sí que nos trajo de vuelta con destreza a nuestro destino